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Balada de Karim, un niño más de Palestina

AITOR CUERVO TABOADA



Balada de Karim, un niño más de Palestina



Karim era un niño más de Palestina creciendo con el miedo como rutina provocado por la barbarie de Israel. 

Pero Karim crecía feliz y sano buscándole a la vida el lado humano ante un panorama mísero y cruel.

Karim tenía nueve años, sólo nueve cuando desde el cielo en vez de nieve cayeron los misiles de Sión. 

Impactaron cerca, Karim salvó la vida, pero a su madre la dio por perdida, quedó sepultada en la habitación. 

Su hermana pequeña también yacía y a Karim se le marchitó la alegría, el odio y la rabia todo lo pudieron. 

Las justificadas ganas de venganza, el vivir bajo la única esperanza de hacer daño a quienes le hirieron. 

Sin entender el absurdo de la guerra de quienes les arrebataban la tierra y lo sembraban todo, todo de muerte. 

Karim empezó a tener las cosas claras, leyendo textos de Marx y de Guevara dejó de ser un niño y se hizo fuerte. 

Con quince años Karim de sobra sabía que tenía que canalizar la rebeldía y estaba listo para a su pueblo servir. 

Que antes que una vida de rodillas era más digno enrolarse en la guerrilla sin más meta que vencer o que morir. 

Empezó a colaborar con la Resistencia, quería combatir, pero tuvo paciencia, aún era joven para el fusil empuñar, tenía que crecer en cuerpo y en ideas para estar preparado para la pelea en las milicias del Frente Popular.

Así Karim siguió con su formación en tareas de propaganda y agitación creció como persona y como militante.
Con dieciocho Karim ardía de ganas de vengar a su madre y a su hermana, de llevarse a muchos por delante. 

Entonces llegó su fecha más ansiada el día de pasarse a la lucha armada de combatir al huracán como huracán. 

De empuñar en sus manos el fusil, de la guerra contra el enemigo hostil, de la conquista por la tierra y el pan. 

Destacaba en su tesón de guerrillero, en cada batalla era el más fiero, pues prefería morir a echarse atrás. 

A sabiendas, Karim, de que algún día la muerte a su puerta llamaría, él no pensó en retroceder jamás. 

A Karim le sobraban los motivos para preparar artefactos explosivos y atacar a los verdaderos terroristas. 

Culminó varias exitosas misiones, participó en numerosas acciones, hizo sangrar mucho a los sionistas. 

El enemigo le temía, iba a por él, era objetivo prioritario para Israel y no iban a escatimar en darle caza. 

Aquel niño palestino llamado Karim presentía así que se acercaba su fin, orgulloso de ser una amenaza. 

Se hizo pronto la noche de aquel día y mientras Karim sin miedo dormía cayeron del cielo los misiles de Sión. 

Con una puntería basta y certera redujeron a escombros su madriguera y Karim nunca más se despertó. 

Había muerto y a la vez vencido, pues nunca lo vieron sometido, y Karim sabía de su enorme victoria. Morir por el pueblo es vivir eternamente, Karim no murió y como combatiente alcanzó los paraísos de la gloria.

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